martes, 30 de junio de 2009

Renacer

El paisaje es espectacular. Las colinas se extienden por kilómetros y kilómetros cubiertas de un césped que en su color verde indica la presencia de vida y renacimiento. En el bosque lejano los árboles se mecen al ritmo que les dicta el viento y proveen sombra al tiempo que reciben los cálidos rayos del Sol de esa mañana. Un arroyo corta el valle con su recorrido tranquilo y emitiendo el sonido de las aguas que no dejan de correr hacia el mar lejos de ahí.

Y es entonces que entre las nubes, suspendidas en medio del azul brillante del enorme dintel del cielo, se puede ver el brillo de sus plumas. Es como si el mismo Sol hubiese enviado una grácil llamarada que se transportara de un horizonte a otro en esa impresionante mañana de verano.

Extiende sus alas y más que volar parece deslizarse sin problemas, sin resistencia en el aire limpio. Vuela con tanta facilidad que parece que lleva milenios haciéndolo. Allá, detrás de las colinas se eleva una montaña como mudo vigilante de todo lo que sucede a sus pies. Hacia allá parece dirigirse el ave que lleva en su pico varitas del árbol de la mirra y que continúa su incansable vuelo girando con gracia infinita entre las nubes.

Las plumas de escarlata y la cola con destellos dorados cortan el firmamento en un espectáculo tan hermoso como fugaz y los seres de la Tierra, pensantes o sujetos al instinto, quedan más que sorprendidos ante la aparición. "¡Maravillaos ante su presencia, pues es única!" Dicen los sabios cuando hablan de ella. Y continúa su viaje, sabe a dónde va mas no lo que le depara el Destino, pero aún así se enfrenta con determinación ante las corrientes de aire que tratan de distraerla de su objetivo.

Y la gran montaña está cerca y ahí, en la parte más alta y escarpada del coloso, el ave puede ver lo que otros ojos no alcanzan y lo que pocas mentes imaginan: el sereno destello y la majestuosa belleza de una rosa. Hasta ahí se dirige, cada vez más cerca, alas extendidas en oro y carmesí. Y por fin llega, y con fuerza descomunal sus garras se afianzan de las piedras; con majestuosidad vuelve a extender sus alas en gesto orgulloso y deposita las ramas que porta en el pico sobre la roca cerca del rosal. Con agilidad y cuidado construye un nido, mezclando la mirra y las rosas, tejiendo entre espinas y ramas, entre pétalos y rocas. Construye como si en ello le fuera la vida.

Al fin, su nido queda listo y con calma entra en él, como toda una ceremonia, un antiguo ritual. Y parece caer sobre la montaña un solemne silencio: viento, nubes, montaña, sol, todos parecen presenciar con sumo respeto lo que está por suceder. El brillo de sus alas parece empezar a apagarse, parece que le abandonan las fuerzas y un ligero sopor se apodera de su cuerpo; y con repentina claridad brilla de nuevo su plumaje, más fuerte que nunca, se enciende en sus ojos una luz de una blancura más potente que aquella de la nieve bajo el sol. Y su canto hace eco en lo alto de la montaña y en el valle, en el bosque y el arroyo. Suena a sufrimiento, sí, pero a ese sufrimiento que se afronta con fuerza y valentía, con orgullo y coraje. Es un canto majestuoso.

Y vista desde abajo la cumbre se parece a la de un volcán pues un fuego la consume, y entre las llamas se ven los destellos de rojo y dorado y casi se puede percibir el olor embriagante de la mirra y el aroma de las rosas que tienen el honor de participar del magnífico ritual. Y al tiempo que el eco de su canto se detiene, así deja de brillar el fuego y donde antes hubo un nido y las flores crecían como testimonio del Amor de la Creación, donde una vez estuvo el ave, ahora sólo quedan cenizas. Nada más.

No. No son sólo cenizas hay algo más que brilla entre ellas como las estrellas que tiemblan en una noche clara. Y esas luces que ahora brillan con más intensidad entre las cenizas parecen tener cada una vida propia y voluntad y un objetivo. Se unen y en la unión crean más luz y desde esa luz brilla la Esperanza. Y montaña, viento, sol, bosque, valle y agua perciben la alegría del acontecimiento con una nueva explosión que se eleva hasta superar las nubes.

¡De nuevo vuelan el carmesí y el oro! De nuevo canta con el sonido de la Victoria y de nuevo se eleva, desciende, gira. Disfruta. Ama lo que hace, ¿y qué es lo que hace? ¡Vive! Y en la vida está su Gloria y en su Gloria su Herencia Eterna.


Iosephus Dixit.

martes, 23 de junio de 2009

Cosas Que Me Revientan La Madre XIII

La propaganda política. Y en este caso en particular me refiero al Partido Verde Ecologista.

El fin de semana pasado fui a ver "Star Trek" para recordar esas mañanas de sábado en las que me despertaba temprano todavía siendo un miserable crío para ver la TV y se aventaban esas repeticiones de la serie original de los años 60's. Así que, con el ánimo bien puesto para enfrentarme a esas añorables remembranzas, me dispuse a disfrutar de mi día en el cine. Bueno mi noche, porque fue a las 19:40. Una de las cosas que también disfruto del cine son los avances de películas, incluso podría parecerme aceptable el ocasional comercial gracioso de Corona o algo así por el estilo, pero mi sorpresa fue no sólo mayúscula sino altamente desagradable cuando apareció un comercial del Verde Ecologista (aquí iba yo a insertar un link al video del comercial pero no mejor no, que se vayan al carajo).

Dicha pieza mercadotécnica mostraba a los más recientes embajadores del joven partido: La reconocida activista ecológica y politóloga de amplia trayectoria y probado talento artístico, Maité Perroni y al no menos reconocido... este.... mmmmm.... ¿Araiza? Sepa la madre y maldito lo que me importa.

La nueva Embajadora de la Protección Ambiental

Ahora bien, ¿por qué demonios me tengo que chutar el estúpido comercial con las maravillosas propuestas de los legisladores verdes cuando podría estar viendo el Trailer de G. I. Joe? (que de todas maneras lo vi, pero ps me quitan el tiempo)



Por el amor de Thor, mantengan sus propuestas fuera de la pantalla grande. Escuché por ahí que habían criticado a Televisa por darle tanto espacio al Verde (al parecer incluso en sus publicaciones que se dan en llamar "revistas" pero son más útiles en el baño, if you know what I mean) y me parece más que obvio por qué lo hacen: ¿Será por dinero? Todo mundo sabemos que la publicidad cuesta y mucho. Que una de sus "estrellitas" se ande pavoneando como la nueva spokesperson de un partido político que PAGA por su publicidad le ahorra a Televisa el andar promoviendo la nueva novela en la que saldrá... Ah, pequeño detalle ¿no? Hoy por la mañana apareció en uno de los "noticieros" de esa empresa que esa nueva producción (en la que aparece Perroni) hará campaña para proteger el agua.


La nueva embajadora de la Protección Acuífera

Y sí, ya sé que en otra ocasión hablé masmenos bien de ella, pero en el contexto político-social, no me interesa en lo más mínimo. En el contexto de H, no hay pedo.

De Kawachi y el niño soñador hablamos después... ¬¬

Iosephus Dixit

martes, 9 de junio de 2009

No Es Personal

El mundo parecía caerse a pedazos a su alrededor pero a él no le afectaba en lo más mínimo. Caminaba como inmerso en sus propios pensamientos sin que le distrajera el caos y el movimiento constante que se desarrollaba cerca de él. Gritos, órdenes, sirenas, llanto, el sonido mezclado de las voces de decenas de periodistas que reportaban en vivo desde la escena, todo alimentando ese torbellino de locuras que se apoderaba de la ciudad durante esa mañana fría. Pero él seguía caminando sin inmutarse por todo lo que sucedía, sosteniendo en su mano derecha una especie de portafolio metálico, simple, sin adornos tan solo de un sobrio color plata sin cromados. Vestido con un uniforme de fuerzas especiales, lentes oscuros, guantes, chamarra y una boina. Todo negro.

El movimiento en la calle era tanto que los numerosos policías, paramédicos y bomberos que iban de un lado a otro apenas si se daban cuenta de su presencia, pero unos pocos lo vieron y supieron en ese instante que las cosas cambiarían de un momento a otro. Sabían que formaba parte de un escuadrón de fuerzas especiales que atendía este tipo de casos de emergencia y algunos estaban familiarizados con su "trabajo". Sabían que era eficiente. Muy eficiente. ¿Demasiado eficiente?

Con tranquilidad llegó hasta el comandante de la policía que esperaba la liberación de los rehenes atrapados por un grupo de asaltantes en un banco. El comandante lo vio y le regresó el saludo tipo militar que había hecho sin mediar palabra. No era necesario hablar en realidad, ambos sabían para qué estaba ahí.

Las negociaciones con los secuestradores estaban en un punto difícil y la tensión crecía cada vez más. Al parecer se hallaban fuertemente armados y por lo visto también bajo el influjo de algún poderoso fármaco lo que aumentaba su irritabilidad, resistencia, paranoia, delirio de persecución y, por supuesto, peligrosidad. Ya habían herido a una persona. Una mujer de 70 años que no había ido a recoger su pensión el día anterior porque su hijo no la pudo llevar. Hoy tomó un taxi. Al parecer la herida de bala en la pierna de la mujer sangraba profusamente y cada vez le era más difícil mantenerse despierta. No le quedaba más de una hora sin atención médica.

-Teniente- le dijo el comandante de la policía- Supongo que ya ha sido informado de la situación.

-Así es Comandante.- Contestó él con calma. No se podía encontrar ninguna emoción en particular en su voz. El Comandante continuó:

-Bien. Las negociaciones no avanzan y ahora parecen estar más violentos que antes. Creemos que tienen más drogas ahí adentro y eso significa que ninguna negociación funcionará. La mujer herida se está quedando sin opciones y esos hijos de puta no planean dejarla salir como muestra de buena voluntad. Es hora de que Usted se haga cargo. Está todo listo.

El Teniente miró hacia el edificio que se encontraba justo frente al banco y asintió con un ligero movimiento de cabeza. Caminaron juntos hacia la entrada del edificio, en donde habían preparado un centro de control y de comunicaciones para las negociaciones con los asaltantes. Al entrar, los policías que se encontraban ahí dejaron de hacer lo que fuera que estaban realizando y algunos intercambiaron palabras en voz baja. Quienes tuvieron oportunidad lo siguieron. Querían verlo trabajar.

Llegaron hasta el sexto piso del edificio desde donde se podía ver perfectamente el interior del banco gracias a los altos ventanales que lo circundaban. Ahí pudieron ver a los 22 rehenes incluida la mujer que era asistida por una joven enfermera que había vencido la inercia y por fin se había decidido a ir al banco a pedir un préstamo para costear material de estudio para su carrera de medicina. No podía hacer mucho por la mujer sin el material adecuado.

Era verdaderamente increíble que un grupo tan pequeño de asaltantes -apenas eran cinco- pudiera mantener cautivas a más de veinte personas incluidos dos guardias de seguridad armados y además mantuvieran a raya a varios grupos de policía y fuerzas especiales de tarea. Pero eso no le importaba a él. Él sabía cuál era su trabajo y cómo tenía que actuar. Otro oficial policíaco, un detective con una camisa azul con las mangas levantadas hasta los codos y el nudo de la corbata a mitad del pecho, sostenía un teléfono en su mano derecha. El cigarrillo entre los dedos de su mano izquierda podía verse como un símbolo de lo que le estaba pasando: consumido, arrugado, cada vez más cerca de apagarse.

El Teniente lo vio y se dio cuenta de cómo en su mirada se reflejaba una mezcla de alivio y resignación por no haber logrado que las negociaciones avanzaran. Era casi como si se diera por vencido y eso le otorgara una tranquilidad que parecía no haber disfrutado en mucho tiempo. El cigarrillo cayó al suelo y fue finalmente apagado por el zapato del detective. El Teniente dirigió brevemente su mirada hacia el todavía humeante tabaco y prefirió no hacer ninguna analogía.

Finalmente eligió el mejor lugar desde el cual podía ver perfectamente todas las áreas del banco en las que se encontraban tanto los asaltantes como los rehenes. Todos en la habitación estaban haciendo algo, pero en el momento en el que el portafolios color plata hizo contacto con el suelo, el sonido que provocó, hizo que todos dejaran por un momento sus actividades de la manera más discreta posible para ver lo que el Teniente hacía. Se quitó el abrigo y después los guantes y colocó todo sobre un escritorio cercano. No dejaba de ver por la ventana hacia donde se encontraban sus objetivos. Al lado del abrigo y los guantes fueron colocados con cuidado los lentes y la boina negra.

Y entonces pareció como si el tiempo se detuviera y solo él tuviera capacidad de movimiento: levantó el portafolio y lo colocó en el escritorio, con habilidad evidente introdujo el código de seguridad en las ruedas numeradas y corrió los seguros para poder acceder al contenido del estuche. Los seguros emitieron un chasquido que, en el relativo silencio de la habitación, sonaron como cañonazos que incluso hicieron que un par de personas saltaran levemente, sorprendidos por el ruido.

En ese momento él levantó su mirada un poco, al sentir la vista de los presentes sobre él; y esto provocó que el tiempo volviera a su curso normal y que todos reiniciaran sus actividades en el ritmo correspondiente pero sin dejar de observar de reojo todos los movimientos de esa leyenda viviente. Él centró su atención enteramente en el contenido del estuche y lo comenzó a armar, con tranquilidad, casi se podría decir que con delicadeza pero con una habilidad única y experta. Cuando hubo terminado su tarea, colocó frente a la ventana que había elegido para su misión, y al mismo tiempo en que la mira telescópica hizo "click" en la parte superior de su Barrett M82A1, fue tanto como si hubiera dicho "Estoy listo". Y sí, en efecto lo estaba. El comandante así lo entendió también y sólo le dijo: "Teniente, tiene luz verde".

Había dos asaltantes en la parte superior del banco, posiblemente habían visto demasiadas películas de acción y sabían que en cualquier momento un equipo SWAT podía entrar por la parte superior sin que se dieran cuenta. Uno de ellos miraba a través de la ventana mientras el otro se encontraba hacia el centro del edificio, viendo y apuntando hacia los rehenes en el suelo unos metros bajo él. El Teniente decidió que ese sería el primer objetivo. Colocó el cargador lleno con 10 balas y se colocó en posición. Su mundo ahora era particularmente pequeño pues sólo existía a través de la mira telescópica con la cual podía ver claramente a su objetivo. Los otros tres se hallaban abajo cerca de los rehenes: uno en la puerta principal, otro más junto al escritorio del gerente del banco, cerca del centro del edificio y el último en medio de los prisioneros tirados en el piso.

Ahora nadie estaba poniendo atención a otra cosa que no fuera el trabajo del Teniente. Y entonces inició. El sonido del primer disparo aún no terminaba de hacer eco en los oídos de los presentes, cuando el Teniente ya había hecho saltar el cartucho vacío del proyectil que ya había hecho contacto con el pecho de uno de los asaltantes ubicados en la parte superior del edificio. El otro aún no terminaba de ver el orificio hecho por la bala en el vidrio cuando un golpe también en su pecho, al lado izquierdo le hizo perder el equilibrio y caer de espaldas. Casi sonrió por haber caído de esa manera y todavía tuvo tiempo de preguntarse qué había pasado. La inmediata falta de sangre en el cerebro impidió que emitiera un pensamiento más y todo se hizo oscuridad para él.

Los tres que se encontraban abajo apenas habían comenzado a incomodarse pues se preguntaban si los policías estaban por darse por vencidos e irse pues todos habían encendido los motores de sus vehículos e incluso las sirenas. Pero era parte de la estrategia para evitar que sobresaliera el sonido de los disparos. El que estaba cerca del escritorio del gerente fue el siguiente. El omóplato izquierdo fue la puerta de entrada para la munición que siguió su camino hasta salir cerca de la axila. El que estaba entre los rehenes pareció gritar el nombre de su compañero pero una bala cortando por mitad su esternón y saliendo por la espalda mientras cortaba su espina dorsal fue motivo suficiente para callar. El que estaba en la puerta sí tuvo tiempo de colocarse en una posición más baja agachándose y buscando el refugio detrás de otro escritorio. La curiosidad claro, provocó que un temeroso ojo se levantara por encima del mueble tan solo para percibir como última imagen, la punta de la munición que llevaba su nombre. Aún quedaron 5 balas sin utiilizar en el cargador.

El Teniente observó a través de su mira una vez más para asegurarse de que no había más movimiento de parte de los objetivos. Todos yacían inmóviles en los lugares en los que habían encontrado su destino, mientras las fuerzas de tarea entraban para liberar a los rehenes. La gente en la habitación aplaudía y se dirigían a la parte baja del edifico para salir y atender a los prisioneros. Casi de manera imperceptible y sin dejar de ver a sus objetivos caídos, el Teniente simplemente emitió la que era su filosofía de vida. Una frase que encerraba su habilidad para hacer bien las cosas sin verse directamente afectado:

"No es nada Personal."

Un pensamiento solitario cruzó su mente una vez que terminó de desarmar el rifle y salió del edificio: "¿Qué pasaría si, en algún momento, fuera personal?" No quiso seguir pensando eso y siguió caminando solo, tal y como había estado siempre.

Iosephus Dixit

martes, 2 de junio de 2009

Razones Para No Tener Niños VII

La Hora de la Comida.

Encontrándome nuevamente en el puerto de Manzanillo, he tenido el honor de comer algunos días con mi Compare y mi Comare, padres de los pequeños Cosa 1 y Cosa 2, así que esas ocasiones son la oportunidad perfecta para obtener nuevos episodios para las Escalofriantes Aventuras de Cosa 1 y Cosa 2.

La escena: una mesa en el comedor de una casa en Manzanillo, a la hora de la comida. Se sientan a la mesa El Compare, La Comare, Cosa 1, Cosa 2 y Iosephus. El platillo es chicharrón en salsa verde, sin embargo para las jóvenes cosas, el chicharrón es seco, en tacos. Supongo que es porque en salsa no les agrada. Cosa 1 emite un sincero cuestionamiento:

-¿Me puedo comer un solo taco?
-No- responde estoica mi Comare
-¿Me puedo comer un solo taco?- imita de inmediato Cosa 2
-No- responde estoico mi Compare

Cosa 2 procede entonces a emitir una importante acusación en contra de su hermana:

-Papá, Cosa 1 le dijo a su amigo "X" que me persiguiera por toda la escuela nomás para pegarme.

La risa de Cosa 1 no hace más que evidenciar su culpabilidad ante la acusación. El asunto es inmediatamente juzgado y sentenciado con un consejo para dejar de hacer esas cosas. Es entonces cuando Cosa 1 inicia una cátedra acerca de la correcta selección de chicharrones:

-Este no me gusta, se ve feo...
-Déjalo y cómete los demás- instruye de inmediato su madre.
-Este se ve muy negro, este no me gusta, este... Papá estos son los que no me gustan- conluye mostrando todo (sí, todo) el chicharrón que hacía un momento se hallaba sobre la tortilla, y que ahora se encontraba en un lado del plato, rechazado ante un control de calidad brutalmente estricto. Al ser centro de las miradas de los que estamos sentados a la mesa inmediatamente justifica:

-¡Es que el chicharrón sabe raro!- y sí, tiene cierta razón, ps sabe como a... chicharrón.

Pero por supuesto, para hacer un cambio en la temática de la conversación que hasta el momento había tenido lugar decide introducir un tópico completamente distinto y que seguro le pareció muy ad hoc dadas las circunstancias y el color de la salsa de los chicharrones:

-Hoy en la escuela un niño vomitó.

¬¬

Iosephus Dixit