jueves, 6 de marzo de 2008

My Way

Giovanni Dilcanne, asistente personal del Papa, corría por los pasillos de la Santa Sede en dirección a los aposentos de su Santidad Nicolau I. Giró rápidamente en una de las esquinas y resbaló llevándose entre las piernas una figura invaluable que representaba a San Judas Tadeo.

-¡Figlio di…!- dijo antes de que la imagen cayera al santo suelo y se dividiera en cientos de santos pedazos. El hombre se levantó con un leve dolor en el santo trasero y continuó su carrera hacia las habitaciones papales.

-¡Su Santidad!- gritó- ¡Su Santidad! ¡Despierte!

Uno de los guardias suizos apostados fuera de la habitación pidió silencio, pero Giovanni no hizo caso; abrió las dos puertas del dormitorio y entró seguido de los alarmados guardias que no tenían idea de qué pasaba.

-¡Santidad! ¡Ha llegado la hora!

-¿Mmmm? No, todavía no. Es muy temprano. Regrese mañana.

-¡No! ¡Me refiero a LA HORA…! ¡El Final!

-”Se acerca ya, lo esperaré serenamente…”- canturreó Nicolao que gustaba de las canciones en español, mientras se acomodaba nuevamente para dormir.

-¡No!- gritó Dilcanne arrancando las sábanas de seda que cubrían al Pontífice y dejando al descubierto su mameluco con una cola roja puntiaguda pintada en la parte trasera- La Razón ha invadido al Mundo y los simpatizantes de la Ciencia quieren tomar el Vaticano.

-¿Qué?- dijo el Papa, incorporándose.

-Hay que aplicar el Plan de Escape.

-¡Hágalo!

Sonó una alarma y al momento, iglesias en todo el orbe entraron en alerta y, junto con la basílica de San Pedro, emprendieron el vuelo. Así, ante la mirada atónita de millones de personas, la raza de los Cath-O-Licks, huyó para intentar colonizar otro planeta no sin antes detonar miles de altares, destruyendo su fallido experimento de oscurantismo y superstición.

-“A mi manera”- cantó Nicolao sin poder ocultar cierto tonillo nostálgico.

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