martes, 13 de abril de 2010

Reunión

Parecen estar todos aquí. Viejos amigos, compañeros o aliados que me han acompañado durante diferentes etapas de mi vida y que ahora regresan para recordarme que ahí están, siempre disponibles. Para que no olvide que mientras el mundo es inconstante, mientras que el resto de la gente es un cúmulo de hipocresía indigno de confianza y mientras que las mundanas ilusiones se desploman constantemente cayendo al polvo y a la mierda, ellos están, en cambio, siempre listos para acudir al llamado que se les haga.

Ahí los veo y los saludo: Desconfianza, ese joven elegante siempre atento a los signos que pueda encontrar para descubrir a los traidores. Sus ojos saltan de un lugar a otro buscando las trampas que nos puedan tender nuestros enemigos... Pero especialmente las trampas de aquellos que consideramos nuestros amigos. Esa es su especialidad, descubrir a quienes en realidad sólo forman parte del creciente número de humanos que prefieren la hipocresía a la verdad.

¡Ah, Lodur! Nórdico dios de la Soledad. Ahí estás, sentado en un rincón apartado, con  tu larga y blanca barba, tus cabellos canos, y tu semblante serio y meditabundo. No, no se confundan, no está triste. Al contrario, sabe que en muchas ocasiones es precisamente la Soledad la que ayuda a los Buscadores a encontrar los secretos que encierran la Verdad. A veces le acompaña la Desesperación y entonces sus visitas no son agradables. Créanme, yo lo sé. Afortunadamente no la veo hoy aquí.

Y ahí, veo dos figuras, femeninas ambas. Es común que actúen juntas pues el arte de una puede desencadenar el grito de la otra. La primera es Mnemósine, la Memoria, el olvido es nada para ella, y hoy me trae los recuerdos que provocan la aparición de su compañera: Erida, hermana de Ares, cuyo grito encendió a los griegos cuando se encontraban ante las murallas inquebrantables de Troya y fue ella quien animó la furia del Pelida en contra de Agamemnon. Es la eterna diosa del Odio.

Han sido ambas mis más cercanas compañías en los momentos en los que Erebos enviaba su mayor oscuridad. Han estado aquí conmigo constantemente trayéndome recuerdos que alimentan los más diversos sentimientos, encontrados en las profundidades de mi mente y de mi alma y hoy se vuelven a reunir con los demás para acompañarme y fortalecerme, para levantarme y apoyarme. Para que no confíe. Para que no esté solo, pero que no desprecie la soledad. Para que no desespere. Para que no olvide. Para que odie.

Para que viva. Bienvenidos todos.

Iosephus Dixit

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