miércoles, 21 de noviembre de 2007

Apocalipsis 1.0

La gente en las ciudades huía aterrada. Las calles estaban atestadas de personas que habían dejado de vivir desde hacía años, o meses, o días. Rostros cadavéricos escurrían líquidos nauseabundos y los cuerpos putrefactos se movían lentamente dejando a su paso pedazos de brazos, piernas, ojos y sesos. Los cementerios se hallaban ahora vacíos pues sus ocupantes se habían levantado de lo que se suponía era el sueño eterno.

Repentinamente, una luz apareció en el cielo provocando un mayor terror; el sonido de trompetas y la aparición de seres alados que descendían a la Tierra hizo que muchos cayeran de rodillas implorando el perdón de sus pecados. Delante de los ángeles se veía a quién parecía comandar al divino ejército: vestido con lo que semejaba a una armadura, portaba un estandarte con la frase “Quis Ut Deus” escrita en letras doradas, su estatura era colosal y el sol parecía obedecer a sus palabras. Dio un paso al frente y dijo:

-Buenos días a todos. Emm… Es un poco vergonzoso decir esto… ¡Je! Bueno, verán, esto es… ¡Ejem…! ¡Ok! ¡Bienvenidos al Apocalipsis!

Un tremendo sonido de trompetas se escuchó en todo el Universo.  
-¡Hey! ¡¡Hey!! ¡Silencio! 

Los ángeles encargados de las trompetas callaron, avergonzados.  

-Novatos- dijo el Arcángel entre dientes. Luego dirigiéndose de nuevo a la multitud dijo: -Como iba diciendo, esto es el Armaggedon, sin embargo ha habido un pequeño error. El sistema encargado de regenerar los cuerpos para La Resurrección se cayó esta mañana, y nuestros computitos… ¡perdón! nuestros ingenieros lo están arreglando. No tardarán más de medio millón de años, así que… Sigan disfrutando del mundo, no pequen y luego nos vemos.

Los millones de muertos vivientes cayeron, nuevamente sin vida.

-Ah, y… perdón por el desmadre– concluyó el Arcángel antes de elevarse junto con sus compañeros.

Iosephus Dixit

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