viernes, 16 de mayo de 2008

¿Y si hubieran ganado...?

Recuerdo que cuando era niño y escuchaba hablar sobre el Kremlin, me imaginaba a un pequeño monstruo al que no se debía mojar ni darle de comer después de la medianoche. Escuchaba hablar también de la Guerra Fría y entonces me imaginaba ejércitos peleando con armas congelantes. Era el tiempo de las tensiones y patadas por debajo de la mesa; de espías y armas nucleares apuntando a varias ciudades; de un glorioso Ejército Rojo que desfilaba altivo e intimidando al resto del mundo con el despliegue de su poderío militar. Después dirían que muchas de esas armas ni siquiera funcionaban, pero quién sabe...

Es precisamente esa imagen de los grandes desfiles y la atmósfera misteriosa de los espías lo que me inspiró (sí ya sé, "ay, ay, cuánta inspiración") para escribir el texto de esta semana en Metatextos. El Ejercicio Trece consistió en lo siguiente:

El ejercicio de esta semana se adscribe al género de Historia Alternativa (un sub-género poco conocido de la ciencia ficción) y consiste en lo siguiente:

Por alguna divergencia histórica, México terminó con un gobierno comunista que perdura hasta la fecha ¿Como sería la vida en un lugar así? ¿Cual sería su pasado? ¿Cual sería su futuro?


Mi texto trata de homenajear a esos esforzados espías de aquellas épocas que tanto se sacrificaban para sostener sus ideales. La aparente referencia política no es tal, sino que simplemente necesitaba yo un "chivo expiatorio" para darle final al texto. Vayan al taller a leer las participaciones de los metatexteros y aquí reproduzco mi cuento.


De Espías y Traidores

El desfile militar avanzaba por el Paseo de la Madre Rusia, bajo la sombra del Ángel del Pueblo, el que en un tiempo sostuviera una corona de laurel y ahora levantaba orgulloso una hoz y en la otra mano un martillo. El paso marcial de miles de soldados resonaba en los edificios de los cuales colgaban enormes banderas rojas. Algunos de los misiles, no apuntaban al frente de los vehículos como podría haber sido la decisión lógica en aras de la estética, sino que elevaban sus ojivas hacia el norte en un claro simbolismo que dejaba patente que México no temía al Imperio Capitalista.

Anna Petrovna Gonzaliyevich, agente especial de la Oficina para la Defensa de la República, se acercó al General Iván Rodríguekov Dracovchenko y le entregó una nota. El general leyó el papel y de inmediato se retiró del templete en el cual se encontraba. Acto seguido, acompañó a la agente Petrovna hacia un automóvil negro.

-¿Tuvo un buen viaje, Agente Petrovna?- dijo el general.

-Sí, gracias tovarisch- respondió Petrovna tratando de ignorar el dolor en el culo provocado por viajar en camiones sin asientos, aeronaves militares y arrastrándose entre las piedras en campos de entrenamiento.

-Bien. Y… la información, ¿es fidedigna?

-Absolutamente, general. El traidor ha sido capturado; su plan era asesinar al Premier para asegurar su acceso al poder. Como usted sabe, tiene delirios de grandeza.

-Eso he escuchado.

-Sugiero la ejecución inmediata.

-Así será.

Cuando llegaron a la prisión, llamaron al traidor:

-¡Andrejev Lopeniov Obradorevichyurushenkoreikiavikillyachillinskypetrovskyochetno! Puta madre, pinche nombre- se quejó en voz baja el carcelero- se le acusa de alta traición. ¿Cómo se declara?

-¡Inojente!- pudo decir antes de que el sonido de la pistola del general llenara momentáneamente la prisión y terminara con la existencia del traidor.

La República estaba segura de nuevo.

Iosephus Dixit

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